LOS OTROS: TRAGEDIA, DOLOR E INEPTITUD…
En Veracruz, el huracán Grace dejó 8 muertos y miles de afectados. Entre los decesos se cuentan los de una madre y sus cinco hijos que perecieron sepultados por un alud de tierra que cayera sobre su vivienda. De esa tragedia escapó el padre y un menor. Se suman a la lista de los fallecidos un adulto y una menor de ocho años.
Mi pregunta obligada es sí se pueden prevenir este tipo de decesos. En Veracruz puede llover en cualquier momento. La presencia de Tláloc es familiar para todos. Por la mañana o por la tarde, por la noche o en la madrugada, la lluvia siempre es constante en territorio veracruzano.
De ahí la confianza de quienes conviven bajo la tempestad. La fuerza del huracán golpeó a los costeños con toda su fuerza, con sus rachas de viento superiores a los 200 kilómetros por hora. Los ríos se desbordan, las zonas bajas se inundan, las familias se quedan incomunicadas y sin servicio de energía eléctrica. Los caminos quedan intransitables.
La tragedia tardará en presentarse con todo su dolor. No sólo es lamentable los ocho decesos, las personas pierden sus escasas pertenencias, una vivienda donde guarecerse del agua, sus cultivos, su sustento.
Son los otros y no cuentan. No están en la agenda de prioridades los pobladores de la montaña, los que viven alejados de los centros urbanos.
Tan necesitados de apoyo están los que viven en la capital del estado, Jalapa, como los pobladores de la Sombra, del Naranjal, pertenecientes al municipio de Chiconquiaco, los del Campanario, en el municipio de Tequila, los pueblos de Zongolica, los municipios de Tecolutla, Tuxpan, Martínez de la Torre, Colipa y Juchique de Ferrer.
Las afectaciones, aparte de escases de la alimentación básica, la falta de suministro eléctrico y telefonía, se encuentran los deslaves y los bloqueos carreteros, desgajamiento de cerros, desprendimientos de rocas, inundaciones por la crecida de los ríos y los socavones y, en el peor de los casos, la pérdida de vidas humanas.
Cuando el agua discurre por las montañas arrastra todo a su paso: árboles, animales, rocas y lodo. La fuerza del impacto de la crecida suele ser devastador. Nada la detiene. Entonces llega la tragedia, el dolor y el abandono.
Me gustaría que el pueblo veracruzano, ante la experiencia de otras desgracias, pudiera ser resiliente, pero también exigente ante un gobierno omiso, incauto e improvisado. Un pueblo que tuviera al frente a un gobernador que se anticipa a la desgracia, precavido y que responda con la prontitud y seriedad a las demandas propias de los damnificados.
No se puede ni se debe vivir bajo el amparo divino o con el Jesús en la boca, o al vaivén de los caprichos de la naturaleza. Hace falta más perspicacia en el gobernador que el hecho de saber tomar una pala para batir el lodo, para escurrir el agua, en un intento fatuo de emular a sus antecesores que sólo recorrían las zonas inundadas para tomarse la foto.
La creciente llega, dice mi madre, y se lleva todo. Sin casa, agua, leña, ropa seca o alimentos. Se mueren tus animalitos, brotan enfermedades tan simples como la fiebre o las diarreicas, y si la desgracia te alcanza, te cae el cerro encima o te arrastra el agua.
Espero más que un gesto de solidaridad hacia las personas afectadas, sobre todo para aquellas que seguirán siendo pobre entre los pobres porque en Veracruz, así como en gran parte del país, seguirá lloviendo.
En otro orden de ideas, las muertes registradas en una plataforma de PEMEX pueden evitarse, deben evitarse. Normalmente el hermetismo es el sello distintivo de la paraestatal: tratar de ocultar lo evidente, la ineptitud y la falta de liderazgo.
La tragedia también se hace presente en los trabajadores que laboran para PEMEX. Un voraz incendio alcanzó todo a su paso en la plataforma KU-Alfa, dejando como resultado 5 muertos, seis lesionados y dos desaparecidos. La paraestatal reporta que fue la falla en equipo no falta de mantenimiento lo que causó el incendio.
Ojalá y se puedan prevenir este tipo de desgracias y que no existan más excusas…
Concluyo esta entrega esperando que Ricardo Anaya pueda hacer frente, como cualquier ciudadano, a la querella interpuesta por la FGR. Que no se escude o manifieste persecución política, bajo la presunción de inocencia, el Estado tiene que demostrar la culpabilidad, si así lo es, del indiciado.
Espero que no conviertan a un indiciado en mártir, en un preso político…