200 AÑOS Y EL AMIGO MÁS CERCANO O EL PICO DE ORIZABA ES NUESTRO.
Siempre sucede lo mismo. El golpe en la memoria retorna cada vez que el autobús, en el que viajo, cruza la zona limítrofe entre Puebla y Veracruz. —Ya estoy en casa —suspiraba en mis años mozos cada vez que regresaba a mi pueblo. El Citlaltépec o Pico de Orizaba era la causa de esa emoción, de esa sensación de seguridad, nostalgia y reencuentro en una sola experiencia.
No sentía la misma emoción al observar la majestuosidad cuando en el horizonte podía apreciar lo imponente del Popocatépetl o el Iztaccíhuatl. No existía aún la autopista de Maltrata y, por ende, los accidentes estaban a la orden del día. Solo y sin experiencia me aventuré en mis primeros viajes foráneos desde 1989. La sensación de sufrir un percance carretero, siempre latente, desaparecía por completo en tierras jarochas.
«—Todavía estoy en Puebla —pensaba. Faltarían unas 8 horas más, después de la caseta de cobro de Amozoc o La Esperanza. Disfrutaba mucho el traslado en autobús y más, cuando me dirigía a la Ciudad de México y luego a Veracruz, procedente de Guanajuato. Aún la emoción encuentra un resquicio en el recuerdo.
La experiencia más cercana en carreteras veracruzanas fue en julio pasado. El recuerdo, como dije al inicio, siempre vuelve a la memoria. Apreciar los árboles de pino y oyameles, embotar la mente con el viento gélido que baja de la montaña, respirar el oxígeno, fresco y puro, revivir; siempre será una experiencia inolvidable.
Pero ahora, el Citlaltépec ha dejado de ser veracruzano y le pertenece en su totalidad a Puebla. De la noche a la mañana, y por obra del INEGI, se han perdido años de historia. Espero que las autoridades estatales consulten a la montaña para recabar su entera disposición de pertenecer a los poblanos. Ojalá y no se queden con los brazos cruzados y pierdan lo que, históricamente y por tradición ancestral, ha sido nuestro.
En otro orden de ideas, con los Tratados de Córdoba y la entrada triunfal de Agustín de Iturbide el 27 de septiembre de 1821 se consumó la independencia del México actual. Sin duda, en los 200 años, desde mi perspectiva, no se ha registrado el avance significativo que implica ser una nación emancipada.
Ya lo expresa de alguna manera el cantautor Oscar Chávez con su obra “El pueblo y el mal gobierno”:
[…]
Anda y haz tonta a tu tía, // Yo recibo y sobran casos// del soldado culatazos, // mordidas del policía. // Del diputado falsia // y del judicial bribón, // patadas y vejación. // Oye gobierno canijo, // Si dices que tú eres m’ijo // No te portes tan… bribón.
Muy poco se ha avanzado desde que el Ejército Trigarante llegara a la capital del país. La desigualdad imperante, tradición ancestral entre explotados y explotadores, la escases de oportunidades, la falta de autonomía en las decisiones políticas y administrativas bajo el peso de las trasnacionales y de la política globalizadora, la cultura de la corrupción, el desinterés del ciudadano por involucrarse en las decisiones del poder, la falta de la promoción en la participación social, y siglos de sometimiento no se pueden cambiar de la noche a la mañana.
Quiero ver a una nación pujante, avasalladora en sus avances tecnológicos, en sus propuestas de investigación. Ojalá y pueda ver a una nación que exporte tecnología, ciencia y técnica. Que sus ciudadanos sean capaces de transformar la materia prima.
Quiero vivir en una nación que se gloríe en sus victorias de transparencia, de una auténtica participación ciudadana, que se involucre, que sea exigente para sí y para otros. Quiero ver la transformación del súbdito.
Quiero un nuevo rostro en el comportamiento del ciudadano, de uno que sea capaz de elegir el recipiente adecuado para tirar la basura, que sea propositivo, honesto y capaz de exigir justicia, de demandar, a ejemplo de los ilustrados, un nuevo contrato social.
Sin duda, el bicentenario de la independencia, es un suspiro en la historia. Nada más falso. Las naciones perdedoras en la conflagración de la Segunda Guerra Mundial han salido adelante, y en menor tiempo, después de la experiencia que les dejó un cúmulo de aprendizajes.
Que los 200 años signifiquen, en el discurso del poder, regocijo, pero que en el pueblo llano y franco sea una oportunidad para aspirar un hálito renovador en el continuo devenir de su existencia, detonador de nuevas batallas en contra de lo que lo mantiene atado, a prácticas anquilosadas del derrotismo y a la resignación ancestral en la creencia de que nada cambia y todo permanece igual.
México, como nación tiene una ancestral tradición de ser amigo del orbe, pero el peso de estar cerca del autodenominado guardián del mundo, Estados Unidos de América, ha sido un lastre. Si Joe Biden asegura que “EU no tiene a un amigo más cercano que México” quiero asegurar que el amigo ayuda, protege, promueve, lo incentiva. No lo somete.
Termino esta entrega con una insulsa observación sobre las becas otorgadas por CONACyT: debe existir una regulación, una directriz, una reglamentación para otorgarlas. Casos de estudiantes universitarios y de posgrados que apenas perciben una raquítica cantidad por concepto de becas. Supongo que el grueso de las becas está orientado al desarrollo de la ciencia y la tecnología.
Por mucho que la Jefa de Gobierno quiera detener la andanada de inconformidad por la beca que recibió su hija Mariana Imaz Sheinbaum, será incapaz de controlarla.
No resto el mérito propio al esfuerzo académico y de preparación, sin embargo, es razonable la ola de perspicacia e inconformidad de las voces que se han alzado por el despilfarro que supone la erogación de más de un millón de pesos por la estadía de la hija de la Jefa de Gobierno en una universidad de California.
Yo también quisiera aplicar a una beca CONACyT y recibir los siete mil pesos mensuales mientras dure la beca. Aunque existen jugosas cantidades por diversos conceptos que oscilan entre los 300 mil pesos por concepto de colegiaturas hasta los €39,000.00 para manutención la mayoría de los beneficiarios apenas reciben la irrisoria cantidad de 3 mil pesos mensuales, dependiendo del tipo de beca al que se haga acreedor.
Ojalá y el CONACyT oriente los despilfarros hacia los que se empeñan en la labor de investigación. Que verdaderamente se oriente hacia el desarrollo de la ciencia y la tecnología.
Deben pesar el tipo de investigación, el proyecto, la orientación académica o las ganancias del organismo, o quizás el apellido Imaz o Sheinbaum.